Dentro del carbono retirado por los ecosistemas de la biosfera se puede diferenciar entre el retirado en ecosistemas terrestres (carbono verde) y el retirado en ecosistemas marinos (carbono azul). Aunque en ambos casos supone finalmente una retirada neta de CO2 de la atmósfera, existen importantes diferencias entre ambos. Por un lado, el principal reservorio (compartimento donde se acumula carbono a largo plazo) de carbono en sistemas terrestres es la biomasa de plantas leñosas y en segundo lugar el suelo. Por contra, en sistemas marinos es el sedimento el principal reservorio de carbono. Esto se debe principalmente a: 1) la no existencia de fuegos en el medio marino, lo que impide la oxidación de este carbono y su devolución a la atmósfera en forma de CO2; 2) a una menor oxigenación del sedimento marino, lo que da lugar a condiciones anóxicas en el mismo, reduciéndose de este modo su oxidación y 3) a la existencia de una sedimentación continua que entierra y secuestra el carbono depositado. Por todo ello, las tasas de acumulación de carbono en el suelo son hasta 15 veces superiores en el caso de los ecosistemas marinos, suponiendo de un modo global más del 55% de carbono enterrado anualmente en la biosfera.
A pesar de la importancia que puede tener el carbono azul a la hora de reducir la concentración de CO2 en la atmósfera, y por lo tanto de mitigar los efectos derivados del cambio climático, su reconocimiento (en 2009 tras la publicación del Blue Carbon Report) e inclusión en las agendas políticas internacionales tras la COP21 de Paris ha sido mucho más reciente, a diferencia del carbono verde (desde 1997 en el Protocolo de Kioto). En este último caso, existen acuerdos internacionales desde hace más de 10 años (por ej. REDD+) o legislaciones nacionales específicas que permiten la compensación de carbono y la puesta en marcha de proyectos de absorción de carbono (por ej. el registro de huella de carbono, compensación y proyectos de absorción de CO2 del MITECO).
En el caso del carbono azul, no existe aún legislación a nivel europeo o nacional que permita la inscripción y certificación de proyectos de carbono azul (y las absorciones correspondientes de carbono), si bien si existen algunos estándares internacionales de entidades privadas (por ej. Gold Standard o VERRA). Sin embargo, la Comunidad Autónoma de Andalucía se posicionó de un modo pionero a nivel nacional y europeo tras la reciente publicación en noviembre de 2021 del “
Estándar andaluz de carbono para la certificación de créditos de carbono azul” lo que le permite a Andalucía contar con un sistema de aprobación y certificación de absorciones de carbono atmosférico procedentes de proyectos desarrollados en ecosistemas de carbono azul; es decir, en praderas de angiospermas marinas y marismas mareales. Este estándar, integrado dentro del Sistema Andaluz de Compensación de Emisiones (SACE), crea la posibilidad de que las empresas compensen de un modo voluntario sus emisiones de CO
2 por medio de la ejecución de proyectos de repoblación, reforestación y conservación en ecosistemas de carbono azul, proporcionándoles por tanto una oportunidad de participar activamente en la mitigación del cambio climático. El Estándar andaluz para la certificación de créditos de carbono azul cuenta con una estructura de funcionamiento análoga a la de los proyectos de absorción del
Registro de Huella de Carbono del MITECO, lo que permitiría su integración rápida en un futuro. Esto parece que va a ser posible tras la reciente
modificación del Real Decreto 163/2014 (en fase de consultas), por el que se crea el registro de huella de carbono, compensación y proyectos de absorción de dióxido de carbono, y que incluye por primera vez, a semejanza de la normativa andaluza, el término de carbono azul.